Antonio Salinas (Guerrero)
Autor de libro Serial (FETA, 2011) y de poemario Saudade (Ediciones Tarántula Dormida, 2010). Premio Estatal de Poesía María Luisa Ocampo 2008. Ha sido becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico de Guerrero (PECDAG) cuento 2006 y poesía 2008, y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) 2010-2011. Es coordinador del Encuentro Nacional de Jóvenes Escritores en Acapulco.
Serial
I
En este puerto con frecuencia se levantan vientos súbitos
como disparos a quemarropa, lluvias de casquillos percuti-
dos, falanges carbonizadas, tegumentos tatuados, glándulas
putrefactas. Espinas de pez diablo pululan la noche. Si viajas
de norte a sur, de este a oeste o viceversa, te topas con un
auto de vidrios polarizados y no sabes quién está allende,
supones que alguien te sitia. Te sigue con los ojos a sueldo
a donde tus trancos. Cuando descarga el cielo su boca
amoratada, no bastan ni abrigos ni mapas donde trazar la
nueva ruta para poner a salvo el pellejo.
II
Hay quien asegura que el tormental apenas empieza y no
hay garita para cubrir la testa. Con el corazón herrado, con
los ojos raros, busco una palabra que me dé vuelo, chance
y ajuste cuentas con el pretérito en medio de la tempestad
que provocan sus demandas.
Del puerto aquel que conocí, quedan sólo nexos con una
mujer amada a mansalva, a ráfaga de besos, a decomisos de
sudor a piel, a encierros; ella la cárcel y yo el cleptómano.
III
Nos debemos al festín de los encapuchados y tontos
mercachifles. Si todo ha de desaparecer en alguna hora sin
vago afán de publicidad, déjame morir plagiario de ti.
Nos debemos a la noche. No hay más canto que esta mañana
en que despertamos, tal vez en otra alba, ya no lo cuentes.
I
En este puerto con frecuencia se levantan vientos súbitos
como disparos a quemarropa, lluvias de casquillos percuti-
dos, falanges carbonizadas, tegumentos tatuados, glándulas
putrefactas. Espinas de pez diablo pululan la noche. Si viajas
de norte a sur, de este a oeste o viceversa, te topas con un
auto de vidrios polarizados y no sabes quién está allende,
supones que alguien te sitia. Te sigue con los ojos a sueldo
a donde tus trancos. Cuando descarga el cielo su boca
amoratada, no bastan ni abrigos ni mapas donde trazar la
nueva ruta para poner a salvo el pellejo.
II
Hay quien asegura que el tormental apenas empieza y no
hay garita para cubrir la testa. Con el corazón herrado, con
los ojos raros, busco una palabra que me dé vuelo, chance
y ajuste cuentas con el pretérito en medio de la tempestad
que provocan sus demandas.
Del puerto aquel que conocí, quedan sólo nexos con una
mujer amada a mansalva, a ráfaga de besos, a decomisos de
sudor a piel, a encierros; ella la cárcel y yo el cleptómano.
III
Nos debemos al festín de los encapuchados y tontos
mercachifles. Si todo ha de desaparecer en alguna hora sin
vago afán de publicidad, déjame morir plagiario de ti.
Nos debemos a la noche. No hay más canto que esta mañana
en que despertamos, tal vez en otra alba, ya no lo cuentes.