Carlos Castañeda Desales (Oaxaca, 1979)
Nació el 26 de Abril de 1979 en Huajuapam de León, Oaxaca. Realizó la licenciatura en Filosofía en la UAEM y tiene estudios de maestría en la UNAM en el área de estética. Ha tomado talleres con Ramón Xirau, Javier Sicilia y Francisco Hernández.
Nació bajo el signo de Tauro que, según Hernández, se describe de la siguiente manera:
Por las sendas del cielo galopa el toro blanco. Una mujer, de igual manera, se hincha como una vela sobre sus lomos. El sudor del toro apaga el brasero de Marte y desemboca en la cabellera de Venus. Temple y vitalidad se aguzan en esta presencia vibrante. En la partitura de Tauro palpar es revivir, olfatear es crecer, escuchar es viajar.
En 2011 Ediciones Simiente publicó su poemario Testimonios de Ciego.
Nació bajo el signo de Tauro que, según Hernández, se describe de la siguiente manera:
Por las sendas del cielo galopa el toro blanco. Una mujer, de igual manera, se hincha como una vela sobre sus lomos. El sudor del toro apaga el brasero de Marte y desemboca en la cabellera de Venus. Temple y vitalidad se aguzan en esta presencia vibrante. En la partitura de Tauro palpar es revivir, olfatear es crecer, escuchar es viajar.
En 2011 Ediciones Simiente publicó su poemario Testimonios de Ciego.
Memorial de ausencia
Diálogos con la ausencia
Esta mañana los pájaros persiguen tu rostro.
Han llegado hasta ti con luz funesta;
con el sonido del mar acumulado en las alas
y su breve firmamento.
Te persiguen por tus labios de cobalto,
por el fuego que transportas en la sangre
y esos ojos de silencio que escondes.
Ahora entiendes del sol encarnado,
de la lluvia incesante,
-ésa donde niño sólo caminabas
a la sombra de los árboles-.
¿Recuerdas aquel agosto de 1980
cuando tu madre tejía el océano?
Que cercano parecía el mundo,
el suave fulgor de las piedras
en las cuales poco a poco danzaba la vida,
la mirada del niño que fuiste.
¿Te acuerdas de los almendros mojados,
de su olor en tu nariz impaciente?
Aquello parecía el goce infinito,
la transparencia recobrada en un suspiro
que impregnó cada rincón de tu pasado.
Ahora ante estos cielos lejanos
has entendido que los pájaros de luz funesta,
también son un destino.
Ciudades de ausencia
Ya no tengo la niebla de tu rostro,
los portales que en silencio caminamos;
el sol de agosto tan triste y lejano
en el que vimos caer escafandras de papel.
Ya no los tengo, todo ha cambiado;
la niebla se fue a tierras baldías,
los portales quedaron entre ruinas
mientras que el sol se apagó poco a poco
en el seno de la ausencia.
Cuándo perdí estos fragmentos,
estas esquirlas que se clavan en la piel
y rompen los goznes del tiempo,
el paso inevitable de las cosas.
En qué momento llegué a las ciudades de ausencia.
Coda
Otra vez escribo este memorial de ausencias,
este imán de sombras y vacíos
que convoca al que fabrica espejos,
al viejo dromedario de la noche
-caminante solitario que no aprendió de días venturosos-;
al aullido de tristes socavones
por donde caen todos los cuerpos
y apenas si conservan sus nombres;
a quienes persiguen huracanes de papel
entre bastidores y espacios desolados
sin otro deseo ni esperanza;
a los que brevemente se incendiaron
con el paso del tiempo y su viento sonoro.
Regresar no era para ti irremediable.
Sabías que cualquier lugar tiene puertas sombrías,
Jardines de paso en donde la tarde revienta
Y es posible encontrar un canto de abril.
Sabías que en las ventanas caen firmamentos,
Estrellas cristalinas como el tiempo
Bajos las que crece un manto de cenizas
Y un huracán de deseos toma su nombre.
Lo sabías hombre de papel,
de corazón baldío.
Diálogos con la ausencia
Esta mañana los pájaros persiguen tu rostro.
Han llegado hasta ti con luz funesta;
con el sonido del mar acumulado en las alas
y su breve firmamento.
Te persiguen por tus labios de cobalto,
por el fuego que transportas en la sangre
y esos ojos de silencio que escondes.
Ahora entiendes del sol encarnado,
de la lluvia incesante,
-ésa donde niño sólo caminabas
a la sombra de los árboles-.
¿Recuerdas aquel agosto de 1980
cuando tu madre tejía el océano?
Que cercano parecía el mundo,
el suave fulgor de las piedras
en las cuales poco a poco danzaba la vida,
la mirada del niño que fuiste.
¿Te acuerdas de los almendros mojados,
de su olor en tu nariz impaciente?
Aquello parecía el goce infinito,
la transparencia recobrada en un suspiro
que impregnó cada rincón de tu pasado.
Ahora ante estos cielos lejanos
has entendido que los pájaros de luz funesta,
también son un destino.
Ciudades de ausencia
Ya no tengo la niebla de tu rostro,
los portales que en silencio caminamos;
el sol de agosto tan triste y lejano
en el que vimos caer escafandras de papel.
Ya no los tengo, todo ha cambiado;
la niebla se fue a tierras baldías,
los portales quedaron entre ruinas
mientras que el sol se apagó poco a poco
en el seno de la ausencia.
Cuándo perdí estos fragmentos,
estas esquirlas que se clavan en la piel
y rompen los goznes del tiempo,
el paso inevitable de las cosas.
En qué momento llegué a las ciudades de ausencia.
Coda
Otra vez escribo este memorial de ausencias,
este imán de sombras y vacíos
que convoca al que fabrica espejos,
al viejo dromedario de la noche
-caminante solitario que no aprendió de días venturosos-;
al aullido de tristes socavones
por donde caen todos los cuerpos
y apenas si conservan sus nombres;
a quienes persiguen huracanes de papel
entre bastidores y espacios desolados
sin otro deseo ni esperanza;
a los que brevemente se incendiaron
con el paso del tiempo y su viento sonoro.
Regresar no era para ti irremediable.
Sabías que cualquier lugar tiene puertas sombrías,
Jardines de paso en donde la tarde revienta
Y es posible encontrar un canto de abril.
Sabías que en las ventanas caen firmamentos,
Estrellas cristalinas como el tiempo
Bajos las que crece un manto de cenizas
Y un huracán de deseos toma su nombre.
Lo sabías hombre de papel,
de corazón baldío.