Joaquín Guillén (Distrito Federal, 1990)
Es estudiante de Literatura Inglesa en la UNAM. Escribe ensayo, narrativa y crítica. Ha colaborado en diferentes medios como La Jornada Semanal, Tierra Adentro, Hermano Cerdo, Replicante y Punto en Línea, entre otros. Es colaborador de “Permanencia Voluntaria”, el blog de cine y televisión de Nexos, y fue editor en Cuadrivio.
Memorias de los pasajeros
When they fall in love with a city, it is for forever, and it is like
forever. As though there never was a time when they didn’t love it.
Toni Morrison
Placer
Veo con claridad cada parte de tu cuerpo. De pronto todo es oscuridad. Ahora siento nuestro suave vaivén. Una mano que no es tuya se apodera de mis hombros. Escucho los quejidos de los que están a un lado de nosotros. Nos juntamos más, como si el calor no fuera suficiente. Alguien te separa de mí para ponerse en tu lugar. Logro identificar ese olor a sudor femenino. Después siento una respiración al oído. Regresa la luz y seguimos ahí: en el Metro a las seis de la mañana.
La nota roja Un chico veía hacia el túnel, esperando el tren. Cuando llegó vio a la conductora mientras el tren seguía en movimiento, antes de detenerse para que los pasajeros abordaran. El joven marcó la hora y el lugar (13:30 en la estación Guerrero de la línea B). Por semanas y de manera religiosa él deseaba toparse a la conductora de belleza inigualable. Se asomaba a las vías con la esperanza de encontrarla. Fue así como perdió la cabeza.
Primer amor
Cruzaron miradas y lo supo. Ella era el amor de su vida. Su mirada era ésa, la de una amante en espera de nacer. Estiró sus manos, de verdad quería tocarla. Alcanzó a rozar su cuerpo y sus cabellos. Ella ni se movió. Seguía dormida, en los brazos de aquella otra mujer que también veía en ella al amor. Después el sonido. La gente empujaba. Y él se alejaba de ella, también en brazos de su mamá.
Un pacto
Ambos nos detuvimos en el mismo lugar y esperamos sin dirigirnos miradas, pronto llega el tren que esperábamos. Nos percatamos de dos asientos juntos, en los cuales, de manera cómplice, nos sentamos. Hicimos un pacto: seríamos compañeros de viaje, guardaríamos de los sueños y tranquilidad del otro. Cerramos los ojos al mismo tiempo, descansamos. Nos despertamos ocasionalmente a checar que no nos hayamos pasado la estación. De la nada escuchamos una guitarra, mientras un vendedor ambulante nos priva del dormir. Saltamos, porque el ruido tan estruendoso nos espanta. Por primera vez nos vemos y me sonríes. Muy tarde, mientras intento responder la sonrisa, despidiéndome de esa forma. Ya había llegado a mi destino.
Enviar actualización
Y le dijo que sí. Que aceptaba ser su novia. Ella, emocionada, sacó su celular con el cual actualizó su perfil en Facebook, mandó un tweet: todos debían enterarse que estaba en una relación. Ella no se dio cuenta que, mientras escribía todo eso, él ya estaba fijándose en otra.
Carnada
El asiento vacío es como carne en una jaula de leones hambrientos: nadie está seguro de quién lo ganará. La astucia de los pasajeros es increíble en esos casos. Pueden ir desde distracciones, pisotones, empujones, golpes, miradas, gritos (“¡Es mío, cabrón!”) o hasta un piquete en los ojos. Una vez me tocó presenciar una alianza entre dos mujeres. La primera estorbó mi camino para que la otra avanzara, no sin antes empujarme. En una suerte de empatía femenina, las nuevas amigas disfrutaron de la comodidad y el entretenimiento que les causaba verme aplastado entre más personas.
Modus operandi
―A ver todos, por andar de pinches cabrones se las vamos a soltar dura.
En la estación guerrero estaban diez personas acorraladas por cinco policías. Las personas que habían sido detenidas eran, evidentemente, comerciantes.
―No oficial, ¿cómo nos podemos arreglar?
―Nosotros no somos así, carnal, aquí a todos se los va a cargar la chingada.
Mientras los otros discutían, había dos que entre ellos se secreteaban.
―¿Tú a qué te dedicas? ―dice uno de los dos.
―Soy músico, estoy aprendiendo a tocar la guitarra pero no me alcanza para pagarme la escuela.
―¿Hoy cuánto sacaste?
―Nada, es la primera vez que lo intento en el metro.
―Y ya te agarró la pinche poli.
De pronto uno de los policías habló para todos.
―A ver, ustedes, cien pesos cada uno. Si no, aquí los vamos a tener por andar de cabrones.
Los vendedores de películas, música, dieron sus cien pesos. Menos uno.
―¿Y usted joven? ¿No se va a caer?
―Es que yo no traigo nada
―¿Qué es lo que vende? Chance si nos das algo de tu mercancía.
―No vendo nada, soy artista…
―¿Ya escuchaste, pareja? Que es artista…
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Su cuento aquí.
When they fall in love with a city, it is for forever, and it is like
forever. As though there never was a time when they didn’t love it.
Toni Morrison
Placer
Veo con claridad cada parte de tu cuerpo. De pronto todo es oscuridad. Ahora siento nuestro suave vaivén. Una mano que no es tuya se apodera de mis hombros. Escucho los quejidos de los que están a un lado de nosotros. Nos juntamos más, como si el calor no fuera suficiente. Alguien te separa de mí para ponerse en tu lugar. Logro identificar ese olor a sudor femenino. Después siento una respiración al oído. Regresa la luz y seguimos ahí: en el Metro a las seis de la mañana.
La nota roja Un chico veía hacia el túnel, esperando el tren. Cuando llegó vio a la conductora mientras el tren seguía en movimiento, antes de detenerse para que los pasajeros abordaran. El joven marcó la hora y el lugar (13:30 en la estación Guerrero de la línea B). Por semanas y de manera religiosa él deseaba toparse a la conductora de belleza inigualable. Se asomaba a las vías con la esperanza de encontrarla. Fue así como perdió la cabeza.
Primer amor
Cruzaron miradas y lo supo. Ella era el amor de su vida. Su mirada era ésa, la de una amante en espera de nacer. Estiró sus manos, de verdad quería tocarla. Alcanzó a rozar su cuerpo y sus cabellos. Ella ni se movió. Seguía dormida, en los brazos de aquella otra mujer que también veía en ella al amor. Después el sonido. La gente empujaba. Y él se alejaba de ella, también en brazos de su mamá.
Un pacto
Ambos nos detuvimos en el mismo lugar y esperamos sin dirigirnos miradas, pronto llega el tren que esperábamos. Nos percatamos de dos asientos juntos, en los cuales, de manera cómplice, nos sentamos. Hicimos un pacto: seríamos compañeros de viaje, guardaríamos de los sueños y tranquilidad del otro. Cerramos los ojos al mismo tiempo, descansamos. Nos despertamos ocasionalmente a checar que no nos hayamos pasado la estación. De la nada escuchamos una guitarra, mientras un vendedor ambulante nos priva del dormir. Saltamos, porque el ruido tan estruendoso nos espanta. Por primera vez nos vemos y me sonríes. Muy tarde, mientras intento responder la sonrisa, despidiéndome de esa forma. Ya había llegado a mi destino.
Enviar actualización
Y le dijo que sí. Que aceptaba ser su novia. Ella, emocionada, sacó su celular con el cual actualizó su perfil en Facebook, mandó un tweet: todos debían enterarse que estaba en una relación. Ella no se dio cuenta que, mientras escribía todo eso, él ya estaba fijándose en otra.
Carnada
El asiento vacío es como carne en una jaula de leones hambrientos: nadie está seguro de quién lo ganará. La astucia de los pasajeros es increíble en esos casos. Pueden ir desde distracciones, pisotones, empujones, golpes, miradas, gritos (“¡Es mío, cabrón!”) o hasta un piquete en los ojos. Una vez me tocó presenciar una alianza entre dos mujeres. La primera estorbó mi camino para que la otra avanzara, no sin antes empujarme. En una suerte de empatía femenina, las nuevas amigas disfrutaron de la comodidad y el entretenimiento que les causaba verme aplastado entre más personas.
Modus operandi
―A ver todos, por andar de pinches cabrones se las vamos a soltar dura.
En la estación guerrero estaban diez personas acorraladas por cinco policías. Las personas que habían sido detenidas eran, evidentemente, comerciantes.
―No oficial, ¿cómo nos podemos arreglar?
―Nosotros no somos así, carnal, aquí a todos se los va a cargar la chingada.
Mientras los otros discutían, había dos que entre ellos se secreteaban.
―¿Tú a qué te dedicas? ―dice uno de los dos.
―Soy músico, estoy aprendiendo a tocar la guitarra pero no me alcanza para pagarme la escuela.
―¿Hoy cuánto sacaste?
―Nada, es la primera vez que lo intento en el metro.
―Y ya te agarró la pinche poli.
De pronto uno de los policías habló para todos.
―A ver, ustedes, cien pesos cada uno. Si no, aquí los vamos a tener por andar de cabrones.
Los vendedores de películas, música, dieron sus cien pesos. Menos uno.
―¿Y usted joven? ¿No se va a caer?
―Es que yo no traigo nada
―¿Qué es lo que vende? Chance si nos das algo de tu mercancía.
―No vendo nada, soy artista…
―¿Ya escuchaste, pareja? Que es artista…
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