Ulber Sánchez
Primer Lugar en el V Certamen Estatal de Poesía y Cuento “Maria Luisa Ocampo” en la categoría de poesía, convocado por Instituto Guerrerense de la Cultura. 2003. Becario del Fondo Estatal para las Culturas y las Artes (Foeca) 2004,2007 y 2010 en la categoría a Jóvenes Creadores en la disciplina de Creación Literaria. Estado de Guerrero. Libro de poesía: Días como esas tortugas que van al mar, editorial versodestierro, Como música de Malher moran las tristuras de la infancia, editorial Instituto Mexiquense de Cultura, Bajo el signo del cardo, editorial la tinta de Alcatraz. Actualmente estudia la licenciatura en Literatura Hispanoamericana, en la Universidad Autónoma de Guerrero.
Devastación
En cada mujer existe una muerte silenciosa
Y mientras el dorso imagina, bajo nuestros dedos,
los bordones de la melodía
la muerte, asciende por los dedos, navega la sangre,
se deshace en embriaguez dentro del corazón hambriento
Herberto Helder
1
Nada sucede sino este silencio eterno,
este cantar de pájaros que arriesga su vuelo
en la cordura de los árboles,
la pequeña llovizna instaurada en tus labios.
Transitas la infinidad de una palabra.
Nada sucede en el cardo.
Ahí, posicionada en la gratitud del olvido,
bajo la mirada intrusa que nos descubre.
No rondan los sonidos del tren.
La noche se descuelga de sus días inhóspitos.
Pienso en ti como una sonrisa minada,
en la usurpación de los cuerpos,
en un lejano dibujo parecido
al vuelo de fervorosos mirlos.
2
Aquí,
en la dicotomía de saberte nombre, adjetivo,
pequeña ruina del anonimato.
Aquí, estas calles con el rumor de tus pasos,
mínima desesperación de lo que se agota,
inconclusa palabra que se oculta.
Esta calle por donde transcurre la memoria y el odio,
la disponibilidad de la noche.
Aquí también,
te nombro en la posteridad,
en extraños gatos donde descubro tus ojos.
La herida de la calle en plena madrugada.
3
Del caos dicen, se crea más caos.
El olvido se pronuncia en la
interminable locura de los días.
Del orden, aseguran los que saben,
son vuelos de palomas ejecutándose
más allá de toda disposición.
De la tempestad de los días,
tu sonrisa ilumina la terquedad.
4
En la recolecta de la memoria,
se dispersa la nomenclatura de la ciudad.
Sisea el terrible palpar de unos labios,
cardumen de palabras.
Al despertar,
mis breves suspiros de gato ocioso,
lo que se yergue en la incesante devastación de los espinos,
lo que se apunta en la bitácora de una ilusoria partida.
Queda la soledad que se atestigua en cada oración,
el réquiem de unas avecitas postradas en los días del tedio.
Queda un silencio duradero en mis sombríos rescoldos.
5
En las tardes las dudas me persiguen
como un andante de sueño.
Pienso en tu indiferencia y la pequeña juventud
que da la distancia de los años.
Las dudas de la tarde se confinan como un diciembre,
la concisión de unos golpes que se extrañan en las mañanas.
No sé de ti,
ni de las hieráticas venganzas del insomnio.
La ríspida crueldad de andar con la bitácora de los días.
En cada mujer existe una muerte silenciosa
Y mientras el dorso imagina, bajo nuestros dedos,
los bordones de la melodía
la muerte, asciende por los dedos, navega la sangre,
se deshace en embriaguez dentro del corazón hambriento
Herberto Helder
1
Nada sucede sino este silencio eterno,
este cantar de pájaros que arriesga su vuelo
en la cordura de los árboles,
la pequeña llovizna instaurada en tus labios.
Transitas la infinidad de una palabra.
Nada sucede en el cardo.
Ahí, posicionada en la gratitud del olvido,
bajo la mirada intrusa que nos descubre.
No rondan los sonidos del tren.
La noche se descuelga de sus días inhóspitos.
Pienso en ti como una sonrisa minada,
en la usurpación de los cuerpos,
en un lejano dibujo parecido
al vuelo de fervorosos mirlos.
2
Aquí,
en la dicotomía de saberte nombre, adjetivo,
pequeña ruina del anonimato.
Aquí, estas calles con el rumor de tus pasos,
mínima desesperación de lo que se agota,
inconclusa palabra que se oculta.
Esta calle por donde transcurre la memoria y el odio,
la disponibilidad de la noche.
Aquí también,
te nombro en la posteridad,
en extraños gatos donde descubro tus ojos.
La herida de la calle en plena madrugada.
3
Del caos dicen, se crea más caos.
El olvido se pronuncia en la
interminable locura de los días.
Del orden, aseguran los que saben,
son vuelos de palomas ejecutándose
más allá de toda disposición.
De la tempestad de los días,
tu sonrisa ilumina la terquedad.
4
En la recolecta de la memoria,
se dispersa la nomenclatura de la ciudad.
Sisea el terrible palpar de unos labios,
cardumen de palabras.
Al despertar,
mis breves suspiros de gato ocioso,
lo que se yergue en la incesante devastación de los espinos,
lo que se apunta en la bitácora de una ilusoria partida.
Queda la soledad que se atestigua en cada oración,
el réquiem de unas avecitas postradas en los días del tedio.
Queda un silencio duradero en mis sombríos rescoldos.
5
En las tardes las dudas me persiguen
como un andante de sueño.
Pienso en tu indiferencia y la pequeña juventud
que da la distancia de los años.
Las dudas de la tarde se confinan como un diciembre,
la concisión de unos golpes que se extrañan en las mañanas.
No sé de ti,
ni de las hieráticas venganzas del insomnio.
La ríspida crueldad de andar con la bitácora de los días.